Los Castrati

Llegaron a alcanzar gran celebridad en los siglos XVII y XVIII. Su peculiar voz -que encarnaba una pureza virginal- sirvió para realzar las creaciones de los músicos de la época.



Los castrati (en singular, "castrato") eran hombres capaces de cantar con una tonalidad de voz muy aguda. Tanta, que causaron furor durante el Barroco, época en la que llegaron a convertirse en el equivalente a las actuales estrellas musicales. Sin embargo, la historia que se esconde tras estos hombres con voz de mujer es mucho más triste y oscura.

A diferencia de lo que ocurre con los contratenores actuales, que consiguen su tono de voz de forma natural, ejercitando sólo una parte de sus cuerdas vocales, los castrati, alcanzaban su tesitura mediante una intervención quirúrgica.

Como el propio nombre de estos cantantes indica, esa operación consistía en la amputación de los testículos, con el fin de que no pudiesen producir hormonas sexuales masculinas, responsables de la modulación vocal que se opera en la adolescencia. Por ello, la intervención solía realizarse entre los 8 y los 12 años de edad, practicada por médicos o barberos.

Por mucho que hayan pasado dos siglos y medio, los orígenes de la práctica de la castración para obtener voces angelicales, y más concretamente su reaparición en la Italia del siglo XVI, siguen envueltos parcialmente en el misterio. Sí fue una costumbre bien documentada en la antigua Sumeria y en el Imperio Bizantino, donde los cantantes eunucos fueron una presencia normal hasta la caída de Constantinopla en 1204.

Poco se sabe de cómo renacieron los 'castrati' tres siglos más tarde. Sin embargo, fue crucial la prohibición patriarcal del Papa Pablo IV de que las mujeres actuaran en los escenarios de la ciudad de Roma, de modo que los personajes femeninos -con tesituras de soprano, 'mezzo' o contralto- pasaron a ser encarnados por 'castrati'. Para tal veto se invocaba el pasaje de la 'I Epístola de San Pablo a los  Corintios' en el que se lee: "Las mujeres cállense en las asambleas, que no les está permitido tomar la palabra".

Fue entonces cuando se comenzó a castrar a los niños varones que tenían dotes para el canto,  de ese modo, conservar su voz “blanca y pura”. Estos niños interpretarían las tesituras de soprano y contralto de las partituras.

La laringe de los niños castrados no llegaba a desarrollarse durante su crecimiento, mientras que los pulmones y los resonadores sí se hacían "adultos". Al crecer, la dulzura y la expresividad de su voz angelical se combinaban con la potencia y la técnica de un cantante experimentado.

Reyes, nobles y clérigos adoraban a los castrati, Sumemos a esto su fama de amantes solícitos, volcados en el placer de la mujer como el gran Farinelli -el más excelso de los 'castrati'-, que según una admiradora inglesa anónima mantenía el entusiasmo "hasta el final, a diferencia de los fanfarrones amantes patrios, y se entenderá cómo pronto aparecieron canciones y hojas volanderas que relacionaban la emasculación con una mayor resistencia sexual debida a su sensación disminuida.” 

Carlo Broschi (Farinelli)

La castración de seres humanos nunca estuvo formalmente permitida, pero se toleraba y generalmente era enmascarada con supuestos accidentes o enfermedades que la justificaban. Con el fin del Barroco y la incorporación de las mujeres a la escena musical, las voces de los castrati desaparecieron de los escenarios, aunque siguieron vivos en los coros eclesiásticos hasta bien entrado el siglo XIX. Alesandro Moreschi, el último castrato conocido falleció en 1922.


Algunos de los más conocidos fueron: 
  • Pedro Montoya (fl. 1595) 
  • Baldassare Ferri (1610–1680) 
  • Giovanni Francesco Grossi Siface (1653–1697) 
  • Matteo Sassano Matteuccio (1667–1737) 
  • Nicolo Grimaldi Nicolini (1673–1732) 
  • Antonio Maria Bernacchi (1685–1756) 
  • Francesco Bernardi Senesino (c. 1685–c.1759)

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